Editorial

La temática de la articulación entre el sistema educacional y el sistema productivo, ha sido y es discutida con frecuencia en el ámbito universitario. Resulta evidente que los cambios tecnológicos han impactado profundamente en el sector productivo y permiten prever requerimientos distintos a los de las últimas décadas. Incluso, las modificaciones alcanzan ya las calificaciones de los trabajadores a quienes además del saber técnico y científico, se les exige sólidos conocimientos de cultura general, para avanzar sobre el razonamiento lógico y analítico. Algunos autores - apuntando a los trabajadores simbólicos de Reich - progresan en sus pretensiones al señalar, como asignatura pendiente, las brechas existentes entre las formaciones de "salida” del sistema educativo y las necesidades de los sectores productivos. Si bien debemos reconocer que no existe una correlación entre la posibilidad de acceder y permanecer en el mercado laboral y la formación alcanzada, también es cierto que se han logrado avances significativos en este sentido, considerando las dificultades emergentes de un mercado frágil y en permanente desequilibrio. Entendemos, por ello, que esta cuestión debe constituirse en tema de profundo debate en los grupos e instituciones involucradas, para no caer en posiciones rígidas que responden, en oportunidades, más a intereses sectoriales que a las necesidades del país. En tal sentido, adherimos a Esther Gamus cuando sostiene que en la relación educación y trabajo del futuro se debe considerar, en primer término, que el sistema educativo no puede ser enfocado como una institución al servicio del sistema productivo. Sus funciones rebasan una mera funcionalidad económica, cumpliendo un papel estratégico en el logro de la identidad nacional, la integración social, la realización cultural individual y colectiva, así como el desarrollo de la personalidad y de actitudes y comportamientos de convivencia social.